jueves, 20 de febrero de 2014

Un concierto lleno de cromo y plomo

Tenías que haber estado ahí, choomba. El filo y la estática que hubo en ese concierto no tienen precedentes. Te lo juro: tres familias de nómadas no hubieran hecho una fiesta de semejante magnitud.

Todo ocurrió muy rápido, pero fue más o menos así...


Se anunció un concierto de Johnny Silverhand con tan poca anticipación que todos pensamos que tenía que ser lo más grande que iba a pasar en el mes y sí que lo fue. Al parecer, quería hacer que todos nos fuéramos contra el cuartel de Arasaka de Night City -sí, Arasaka con todos sus Solos- por la pura pasión de hacerlo. ¡Y lo logró! ¡Qué espectáculo!

El escenario era grande, con todo el cromo que sabe usar el mejor de los rockers, con luces y humos brillantes. Y claro, la mano de Johnny S brillando y sonando como un tren a toda máquina. El detalle de que instalaran videoboards para ver lo que hacía la banda fue lo que hizo la diferencia y déjame decirte por qué, pero antes dame otro trago de ese CHOOH.

Aahhhh... buena bebida. Voy a tener que comprarme ojos nuevos mañana... como te iba diciendo, Johnny tocaba como si quisiera que nos diera un infarto y en medio de la demencia, un dirigible se detuvo sobre el enjambre que estábamos formando y dejó caer una neblina rosa, que por cierto no fue la única neblina rosa que vimos esa noche, pero eso viene después. El caso es que nos dieron esa droga inédita, rosa eléctrico, gratis y ahí, en ese momento, la multitud enloqueció. Loca te digo.



Al ritmo de la música y al comando del rocker, toda la multitud empezó a correr contra el cuartel de Arasaka. Por supuesto, nos estaban esperando porque el concierto podía oírse hasta Moskú y era evidente que algo muy malo estaba a punto de pasarle a la megacorporación en cualquier momento por causa de Silverhand. Y aquí entra lo de los videoboards: al parecer, un Net Runner que venía en el dirigible conectó la cámara ocular de un Solo que venía montado allí también, poniendo en directo la batalla para todos nosotros y haciendo que la estática fuera aún mayor.


Cuerpos, cabezas y repuestos volaban por los aires cuando el enjambre y los guardias de Arasaka empezaron a envenenarse con plomo. Pude birlarme un brazo y una smartgun en el proceso. Tendrías que haber visto cómo el Med Techie que me instaló mi pierna, ese del que te conté del centro comercial, se puso como loco allá arriba, en ese globo, a disparar a dos manos contra lo que había al frente.

Y la cereza del pastel: por los videoboards todos pudimos ver cómo el Solo se montaba su sniper, se la acomodaba para ver por la telescópica, iniciaba el protocolo de seguir proyectiles y le disparaba en el ojo nada más y nada menos que al jefe de seguridad del cuartel. ¿Recuerdas cuál? Ese que medía más de dos metros y medio con su Frame Omega y que reventó a tres con un tiro de su rifle en el bar de Memo, ¿recuerdas? En todo caso, la bala le pasó por la mirilla del rifle hasta volarle el cráneo. Esa fue la segunda niebla rosa. Qué noche, choombata. Qué noche fue esa.

**Extracto de una sesión de juego de Cyberpunk 2020.**

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